
La producción de coca en los países suramericanos está derivando en un lento, sostenido y cada vez más inquietante proceso de devastación de las selvas tropicales --en muchos casos de la vital selva amazónica--, a tal punto que uno de los gobiernos más afectados, el de Colombia, ha decidido interpelar directamente a uno de los principales centros de la demanda, Europa, con el siguiente mensaje: cada gramo que se consume aquí conlleva la destrucción automática de cuatro metros de selva allá, en Suramérica.
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